Eran las 23 horas del 1° de abril de 1982, el primer contingente de valientes se acercaban a nuestras Islas Malvinas. Su consigna principal era “respetar al enemigo, asegurar y no destruir bienes”, en la playa se distribuían 100 infantes de marina y buzos tácticos divididos en dos patrullas, una a cargo del Capitán de corbeta Sánchez Sabarot y otra del Capitán Pedro Giachino.
Las agujas del reloj corrían tensas, misteriosas, patrióticas, a las 00 horas del 2 de abril comenzó la acción, el objetivo rodear el cuartel de la Royal Marines, mientras el heroico Capitán Giachino se dirigió al copamiento de la casa de gobierno, los defensores se resistieron y el Capitán fue el primer patriota en ofrendar su vida, pues como corresponde a un jefe marchaba al frente de sus tropas, en el mismo operativo también cayeron el Teniente de Fragata García Quiroga y el Cabo enfermero Ernesto Urbina, lo demás es historia conocida, un ejército profesional que nos superaba en número, tecnología y armamento viajaron 14.000 kilómetros para recuperarlas.
Nuestro ejército formado por jóvenes conscriptos, con armas obsoletas, con estrategas inexpertos los enfrentamos por la gloria y el honor, por esa tierra agreste cuna de vientos helados, de humedad permanente, la que volvimos a perder regando su suelo de cruces blancas, de lágrimas y angustias, de niños huérfanos y padres sin hijos.
La historia, las leyes y las resoluciones internacionales habrán de reivindicar nuestra soberanía, un justo reclamo que desde el 3 de enero de 1833 venimos sosteniendo, pero la necesidad de una zona vital para la estrategia militar, el orgullo británico y la famosa autodeterminación de los habitantes esgrimida como escudo, no les permite responder favorablemente y no lo harán por varias generaciones.
Sin embargo, aquella patriada del Gaucho Antonio Rivero que con un grupo de seguidores tomó las Islas entre el 26 de agosto de 1833 y marzo de 1834, hasta que un buque Ingles los desalojó y trasladó a Londres para ser juzgados, aunque un Juez dictaminó que los hechos habían ocurrido fuera de la jurisdicción británica y los perdonó, recuperando la libertad 7 años después en Montevideo, recién en 1841 los ingleses declararon a las islas territorio propio de ultramar, más la sangre derramada por nuestros jóvenes y valientes soldados en 1982 marcaron una página histórica, que tampoco podrán desconocer.
Por ello no olvidemos en este mes de abril a los que descansan en tierra malvinense, pero tampoco de los héroes que volvieron y hoy están tristemente olvidados. Proclamemos a los Kelpers, a los británicos y al mundo que las islas Malvinas, fueron, son y serán argentinas, que en nuestras mentes y en los corazones flamea la celeste y blanca como si fuera en su suelo agreste, hoy poblado de “extranjeros”, bajo el influjo de vientos helados, pero con un sol radiante de argentinidad.