Es una realidad que los niños de este siglo son nativos digitales y no podemos negarles la tecnología que los atraviesa. El desafío consiste en utilizar eficazmente estas tecnologías para que estén al servicio de la niñez y sus nuevos aprendizajes como una herramienta y no como un fin.
La tecnología y los niños parecen no ser una buena combinación, ya que en exceso pueden producir hiperactividad, insomnio, estrés y hasta aislamiento, generando pocas habilidades sociales y un lenguaje tardío.
Pero no todo es tan malo, si está acompañando de la guía de los adultos. Es sabido que el uso de la tecnología facilita la adquisición de información a tiempo real y con esto la posibilidad de nuevos aprendizajes. Por otro lado, estudios confirman que la utilización de algunos dispositivos exige la memorización de imágenes, palabras o iconos que estimulan el desarrollo del cerebro.
La alfabetización digital debe estar al servicio de la formación de aprendices competentes para este mundo globalizado y una sociedad cada vez más compleja. La dinámica que ofrecen los dispositivos digitales, son motivadores permanentes de búsqueda e investigación y deben ser utilizadas equilibradamente en interacción con el mundo real.