Me pasan cosas raras. O pensamientos raros. Y entonces hace poco me largué a llorar. Como tengo tendencia que explicar con la razón cuestiones del corazón, empecé a preguntarme a qué se debían esas lágrimas. Sentía angustia, y no por nada que me hubiera pasado, sino por lo que no siento que esté haciendo por mi futuro. Entonces desde el presente, dejé que mi mente fuera y volviera. Atrás, adelante. Adelante y atrás. Cuando ese péndulo me agotó, respiré y me di cuenta: quiero seguir mejorando. Para mí, para los míos. Para mí de nuevo.
Enseguida identifiqué la angustia con esa sensación que te aparece cuando extrañas a alguien, o algún momento. Y me di cuenta de algo, insisto, raro: puedo sentirme y estar mejor conmigo misma. Puedo seguir creciendo. Y extrañar a esa persona que quiero y puedo llegar a ser ya no debería provocarme angustia. Lejos de eso, elijo que me inspire. Qué loco inspirarme conmigo misma, ¿no?
En un mundo donde nos invitan a imitar, a frustrarnos si no llegamos a ciertos logros, e incluso a juzgarnos por quienes estamos siendo o lo que estamos haciendo, que quien sea yo misma la que me invite a progresar, les confieso, me genera poder.
Creo que a medida que lo escribo lo entiendo un poco más: ya soy lo que quiero ser, sólo que trabajaré para que eso se sienta cada día, un poquito mejor.
#creetelafuerte #paraquehacesloquehaces