En los últimos años, existe un alto porcentaje de los niños en edad escolar con algún tipo de diagnóstico como el síndrome de hiperactividad y déficit de atención (THDA): ¿Moda o realidad?
En los tiempos que corren, docentes y padres se quejan que los niños no se concentran, no pueden desarrollar una actividad por mucho tiempo o abandonan las actividades en corto plazo. Inmediatamente se sugiere interconsulta terapéutica y en algunos casos, hasta se indica medicación.
Ortega y Gasset decía: “El renacuajo no se hace mejor sapo si se lo fuerza a vivir fuera del agua prematuramente. Así también, el niño no desarrolla mejores cualidades humanas si se reprime sus impulsos naturales, si se lo obliga a comportarse como un pequeño adulto que debe pasar durante muchas horas inmóvil, callado, asimilando conocimientos en proporciones reguladas científicamente por medio de lecciones verbales, siguiendo ejercicios predeterminados, de acuerdo al horario organizado por especialistas en pedagogía.”
Si bien es cierto que no podemos desestimar algunos llamados de atención y estar alertas, también es real que los niños de este siglo están estimulados desde muy pequeños con demasiada tecnología, tareas extracurriculares y hasta exigencias de alto rendimiento deportivo, lo que genera que las actividades escolares sean, en general, rutinarias y poco atractivas y por lo tanto sus intereses no están puestos en la escuela. A su vez, la escuela ha quedado obsoleta frente a las demandas de los niños actuales y esto contribuye a que su desconexión en las aulas, derivadas de una escasa motivación, la “transformen” en patologías.
Y entonces?… la realidad es que hay que observar a los niños en todos los ambientes, además del escolar. Actualmente se procura moldear las conductas de los sujetos en función del entorno. Cuando no existe el límite claro, el borde de contención, se provoca el “desborde” y es entonces cuando narcotizamos la infancia.
Los niños necesitan explorar el universo que los rodea de manera natural, equivocarse, volver a intentar diferentes caminos para construir su realidad.
Poder mirar su comportamiento en otros entornos hará posible confirmar o no la posibilidad de un diagnóstico. Debemos generar en los niños el placer por aprender y descubrir lo maravilloso que es el mundo que los rodea. Seamos adultos responsables capaces de brindar las estrategias necesarias para desarrollar las habilidades emocionales que formen un sujeto social en armonía con el universo.
Los niños medicados, son niños silenciados.