Apapachar viene de la lengua mexicana náhuatl. Se la define como “palmadita cariñosa o abrazo” pero los mexicanos le han dado un sentido más profundo y poético de “abrazar el alma”. Pues entonces, APAPACHEMOS LA INFANCIA!
En este tiempo donde los nuevos escenarios son más complejos, en los niños (y en adultos también) un abrazo, muchas veces, cura más que mil jarabes, contiene la angustia y acompaña a desenmarañar muchos miedos.
A nivel emocional, un abrazo transmite calma y tranquilidad, a la vez que la sensación de bienestar, eleva la autoestima y confianza. Dar un abrazo es tan mágico como recibirlo, en ambos casos el cerebro segrega neurotransmisores que nos liberan del estrés y reducen el riesgo de enfermedades al mejorar el estado de ánimo equilibrando el sistema nervioso.
En un recién nacido, los abrazos son fundamentales para superar cualquier dificultad y favorecer el desarrollo y crecimiento físico y emocional. El contacto físico estimula al cerebro favoreciendo el desarrollo y evolución del bebé. Como sabemos, durante los primeros años de vida, los niños desarrollan casi el 90% de las funciones cerebrales y con ellas sus emociones y conductas que serán los modos de vincularse en la adultez.
Entonces, abracemos más frecuentemente a los niños para generar confianza y equilibrio emocional. Un abrazo acompañando de palabras amorosas, pueden volver la calma y fortalecer los vínculos con el entorno.
Necesitan más abrazos cuando:
→ Los berrinches sean protagonistas: volver a la calma es más efectivo con un abrazo prolongado que les permita descargar el llanto, a la vez que le brinda apoyo y seguridad.
→ Sienten miedo: existe una etapa en la infancia donde suelen aparecer los miedos (entre los 2 y 6 años) ante lo desconocido, la oscuridad, sonidos extraños e incluso, pueden aparecer algunas pesadillas. Apapacharlos y decirles que no están solos, que todo va a estar bien, los ayuda a superar el momento.
→ Ante las primeras experiencias fuera de casa: darles un gran abrazo de confianza que les otorgará seguridad y autoestima, por ejemplo: al despedirlos para ir al cole, cuando los dejamos en un cumpleaños o antes de la visita el doctor.
Acompañemos a los niños a construir una infancia feliz.
Tocar al niño es tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma, por ahí se elabora la educación del hombre del mañana.» – María Montessori.