La escuela suele ser el lugar donde los niños y jóvenes forjan sus primeras relaciones interpersonales fuera de la familia y comienzan a construir sus amistades.
En estos contextos tienen la oportunidad de desarrollar habilidades sociales claves, como la empatía, la comunicación efectiva y el trabajo en equipo, habilidades fundamentales para su desarrollo personal y profesional.
La escuela también es un espacio donde los estudiantes aprenden a resolver conflictos de manera constructiva y a respetar la diversidad de opiniones y culturas, por lo tanto, no solo es un lugar de aprendizaje académico, sino también un entorno en el que los que crecen y se desarrollan como individuos complejos, aprendiendo a relacionarse con los demás y a enfrentar los desafíos que se les presentan en la vida.
En este sentido, es fundamental trabajar desde niños el valor de la amistad. Poner de manifiesto la importancia de generar vínculos positivos desde temprana edad, permite a los más pequeños desarrollar dichas habilidades sociales, fortalecer la inteligencia emocional y crear ambientes de trabajo colaborativo y reflexivo.
Para ello, es necesario tomar los conflictos cotidianos que surgen en la interacción diaria, contextualizarlos y hacerlos reflexionar sobre las posibles soluciones generando acuerdos de convivencia amigables.
Los conflictos a los que se enfrentan a diario son el puntapié inicial para trabajar la gestión emocional. Una manera sencilla es comenzar por las ideas y expectativas que tienen los niños con respecto al conflicto planteado:
¿Alguien se sintió así alguna vez?¿Cómo les parece que podemos resolver este tema?
Permitirles desarrollar la imaginación los hace infinitos.
El poder de la imaginación permite explorar nuevas ideas, perspectivas y soluciones creativas a los desafíos cotidianos.
El aprendizaje es social, mientras más amplia sea la posibilidad de indagar, proponer debates, exponer ideas y experimentar nuevas soluciones, mayor será la posibilidad de construir nuevos saberes y habilidades.
El para qué es la clave. Que los niños puedan entender para qué sirve lo que estamos dialogando, les permite involucrarse en cada proceso y desarrollar habilidades cognitivas y sociales.
Si me lo dices, lo olvido; si me lo enseñas, recuerdo, si me involucras, aprendo». Benjamín Franklin