Me cansé de decir tantas veces lo que iba a hacer, o el hábito que iba a cambiar e incorporar o el cambio que quería lograr, y frustrarme en el intento. Ya te conté alguna vez sobre el momento en que elegí dejar de ser perfecta y “convertirme en una persona”. Algún resabio de aquél ser permanece en mí por lo visto, porque casi sin darme cuenta, siento que me fijo metas ridículas, muy abarcativas y por demás ambiciosas.
Seamos sinceros, me considero una persona hoy demasiado optimista, y tengo como mantra “todo lo que me proponga lo voy a lograr”. El tema es que “todo” y “nada” es imposible de medirlo. El otro tema, es que las metas deben ser reales, y no extremas. Es cierto, ansío como parte de mi propósito de vida, que cada persona conozca su PARA QUÉ y su sentido en la vida. Pero lo real es que cada vez que me entero que UNA de ellas lo ha logrado, también lo disfruto. Reflexionando sobre eso, me día cuenta que descubrí entonces cómo lograr mis metas. Y de nuevo, te quiero compartir mi experiencia.
No, no esperes fórmulas mágicas. No es una aplicación ni viene en forma de pastillas. Tampoco se compra hecho. Como te decía, es mágico, pero tiene un ingrediente secreto: tus ganas de acercarte a tu auténtico yo.
Palabras más, palabras menos, la ansiada fórmula es más simple de lo que pensás: pequeñas metas, atraen grandes metas. Pequeños pasos, se convierten en grandes pasos. Más simple aún: desde que recuerdo, me propongo todos los años entrenar por lo menos 3 veces por semana. Ni un mes pude lograrlo. Entonces hacia fines del año pasado renové mi compromiso: me propuse lo mismo, pero reduje mi promesa a un día cada siete. Temía que la mediocridad o las excusas fueran el resultado y aquí es donde apareció la “magia”: como ese día que entrenaba me sentía mejor, me daban ganas de repetir la acción. Y por defecto… ¡hace dos meses que entreno tres veces, incluso sin presionarme a hacerlo!
Paso a paso, meta a meta. Y con cada pequeño gran paso, la meta se expande. Y entonces yo no lucho con la frustración, la falta de voluntad o el desgano. En su lugar, me amigo conmigo misma, y me autorreconozco la valentía por hacer, día a día, lo que me propongo. Pequeño, grande, sin tamaño… pero cada vez con más disfrute y sentido.
¿Cuál será tu próxima pequeña gran meta?