Alejarnos, en ocasiones, es el camino para encontrarnos.
Tomar distancia para observar, para analizar, para respirar, para llorar y dejar salir los miedos, las incertidumbres, los enojos. Dejar salir aquello que nos estanca, que no nos permite avanzar, que nos paraliza y nos atrapa en un laberinto complejo.
Cuando tomamos distancia para reflexionar, nos volvemos más intuitivas, más conscientes de la realidad que nos rodea y tenemos mejores herramientas para decidir qué hacer y cómo. Al alejarnos, podemos mirar el entorno un poco más ajeno, un poco más calmo.
Si nos quedamos enredadas en los conflictos, difícilmente encontremos la solución. Desde adentro, atrapadas en un sinfín de emociones, no seremos capaces de ver otra cosa que no sea dolor.
Aléjate un momento y la perspectiva te dará las respuestas. Aléjate despacio, en silencio, aunque en el proceso te tiemblen las piernas, el alma. Aléjate sin miedo a perder el rumbo, porque del otro lado te esperan nuevas oportunidades.
Las mujeres tenemos una intuición plena que nos permite sentir antes que razonar. Por ello, es necesario conocernos, abrazarnos y poder reflexionar sobre aquellas vivencias que nos despiertan emociones encontradas. Descubrir lo que queremos cambiar o dejar ir, es el inicio de la búsqueda de un nuevo camino, de una nueva posibilidad. Alejarnos para encontrarnos, es el camino.
Aunque el exilio no es algo que se desee por diversión, hay una ganancia inesperada en él: son muchos los regalos del exilio. Saca la debilidad a golpes, hace desaparecer los plañidos, habilita la percepción interna aguda, acrecienta la intuición, otorga el poder de la observación penetrante.”
Clarissa Pinkola Estés