Estamos al inicio de un nuevo ciclo lectivo en Argentina y como cada año, renovamos las esperanzas puestas en una educación de calidad.
Debates, análisis y numerosas evidencias empíricas dan cuenta de la necesidad de replantear nuevos paradigmas que acompañen las demandas actuales de una sociedad atravesada por la desigualdad, en convivencia compleja con la globalización mundial.
En un contexto en permanente cambio e innumerables carencias, es prioritario atender los procesos de aprendizajes de todos los niños desde el inicio de la escolarización y para ello, el rol docente es fundamental.
Stenhouse, pedagogo británico, sostiene que la mejora de la enseñanza se logra a través de la mejora profesional docente. Afirma que el trabajo del maestro es el de un jardinero, no el de un agricultor. El jardinero debe cuidar de cada planta para que florezca. El agricultor cultiva de modo extensivo, sin mirar el detalle, realizando tareas amplias y uniformes para todo el terreno. Este último modelo, quizás el más vigente, quedó obsoleto frente a las necesidades del mundo actual.
Esta manera de plantear las prácticas docentes define un rol profesional comprometido con las necesidades individuales en vista de una sociedad más equitativa y equilibrada. Se trata entonces, de cultivar personas armónicas en todas sus posibilidades, desde sus propios talentos, comprometidas en la búsqueda de recursos que favorezcan una comunidad creativa y competente.
Comienzan las clases y como cada año, comienza una nueva aventura. Tenemos la responsabilidad de promover una aventura colmada de buenas prácticas que potencien al máximo las habilidades de cada estudiante sin que se convierta en un viaje pesado y desmotivado. El aprendizaje es el pasaporte y las estrategias docentes, el camino de esta aventura.