Era sábado 15 de enero de 1944, cerca de las 21hs. la gente aprovechando la tranquilidad de la noche apacible salían del cine, algunos regresaban a sus hogares, otros se juntaban en los café del centro, las mujeres, como era costumbre, se iban a la Iglesia de la Inmaculada Concepción ubicada en el norte de la capital sanjuanina para ver los casamientos.
Aquel sábado a las 21hs. el padre Esteban casaría a la pareja formada por Miguel Serrano de 24 años con Francisca Sánchez de 20 años, sin embargo, a las 20:52 hs. todo cambiaría para siempre en la vida de los 100.000 habitantes de la capital.
Fue el preciso momento en que la tierra tembló durante aterradores 25 segundos como jamás lo había hecho (el último terremoto de magnitud ocurrió el 27 de octubre de 1894), en esta oportunidad las construcciones mayoritariamente de adobe de la vieja ciudad de San Juan se derrumbarían una a una como castillos de papel. En medio de la oscuridad total, cubiertos de nubes de polvo que dificultaban la visión y la respiración, la gente iba desesperadamente de un lado a otro tropezando con cuerpos y una multitud de escombros, guiados por un coro interminable pidiendo auxilio.
La totalidad de las construcciones se vinieron abajo, la mitad de los habitantes perdieron sus casas, el informe oficial reportaría un sismo de 7,4 en la escala de Richter y 9 de Mercalli, con epicentro a 20 km. al norte de la capital en La Laja, lugar donde el terreno desapareció y brotaba el agua.
Muchos buscaban a sus familiares, los vecinos organizados en grupos trataban de ayudar en la oscuridad total guiándose tan solo por los gritos de auxilio y dolor. Algunas horas después se descubrió en medio de los escombros de la Iglesia de la Concepción, los cuerpos sin vida de los novios, el sacerdote, los testigos y algunos asistentes.
Los esfuerzos de un radioaficionado José Laureano Rocha por recomponer su aparato de radio y pedir auxilio informando de la gigantesca tragedia que se abría ante sus ojos, (este joven recibió una medalla de oro de la Presidencia de la Nación por la importante labor realizada en esa oportunidad).
Los cadáveres eran llevados a la plaza 25 de Mayo donde fueron velados, iluminados por el faro de los coches estacionados alrededor. El 18 de enero se declaró “Duelo Nacional” el gobierno envió al ejercito y médicos para ayudar en la emergencia.
Las pérdidas se calcularon en 400.000.000 de pesos de ese tiempo, cuando los cadáveres comenzaron a descomponerse los soldados abrieron cerca del cementerio una fosa de 100m. de largo por 4 de ancho y 3 de profundidad, los cuerpos trasladados en camiones eran arrojados a su interior e incinerados, se calculó estimativamente de 7.000 a 10.000 muertos y 12.000 heridos, aunque las cifras reales nunca se pudieron establecer.
Los huérfanos fueron trasladados a centros infantiles de Buenos Aires para su adopción, en algunos casos los niños fueron separados cuando sus padres aún estaban con vida. Evidentemente las construcciones de adobe (barro) contribuyeron a la magnitud de la tragedia.
Hace 78 años la naturaleza abría una profunda herida en la historia Argentina, difícilmente aquel 15 de enero de 1944 se pueda olvidar, al menos para el pueblo de San Juan.