En la actualidad, es necesario pensar en estrategias pedagógicas no convencionales que favorezcan el desarrollo de nuevas competencias y enriquezcan la interacción en las aulas.
Una de las estrategias más valiosas que no pueden faltar en el diseño curricular, es el juego. El niño, por naturaleza investiga y aprende de su entorno a través del juego, es su herramienta para descubrir las relaciones con el otro y con el espacio.
No en vano la UNESCO reconoció al ajedrez, como “Bien Cultural Intangible de la Humanidad», recomendando su incorporación como materia educativa para todos los niveles. Si bien, a nivel escolar es considerado un juego, El Comité Olímpico Internacional (COI) y más de 100 países lo reconocen como deporte.
En este sentido, el ajedrez se presenta como un instrumento pedagógico capaz de complementarse con numerosas asignaturas, en una interdisciplinariedad que potencia habilidades como, la concentración, memoria, capacidad de decisión y pensamiento analítico. Además de favorecer el desarrollo del trabajo colaborativo, la creatividad, el pensamiento lógico, la observación y análisis, en un interjuego con el otro facilitando las relaciones interpersonales.
A través de estas disciplinas, se coordinan estrategias innovadoras que facilitan la adquisición de nuevos aprendizajes y el desarrollo de habilidades, en conjunto con los contenidos básicos de aprendizajes prioritarios.
Mantener las aulas motivadas para lograr mejorar la calidad educativa, es el mayor desafío de los docentes del Siglo XXI.