¿Cómo aprendemos?
El desarrollo humano no es lineal ni es una cuestión matemática que pueda cuantificarse o dividirse en etapas estancas y predeterminadas. Lo que sí se puede establecer, es que existen perfiles y etapas evolutivas generales que suelen ser comunes a la mayoría de las personas, pero que no necesariamente se cumplen de la misma manera en todos los individuos.
El desarrollo humano es un proceso complejo y multifacético que implica aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Cada persona es única y experimenta su propio proceso de crecimiento y aprendizaje a lo largo de la vida.
El psiquiatra estadounidense Glasser, en su pirámide de aprendizaje, explica cómo nuestros sentidos influyen en el proceso de aprendizaje desde la infancia. Según su teoría, los estímulos visuales, auditivos y emocionales se complementan entre sí, pudiendo potenciar o limitar el aprendizaje.
Buena educación es aquella en la que el profesor pide a sus alumnos que piensen y se dedica a fomentar el diálogo para verificar la comprensión y el crecimiento de los estudiantes” (William Glasser).
Según la pirámide de Glaser aprendemos:
- 10% de lo que leemos: La lectura es importante, pero si no se combina con otras formas de aprendizaje, la información se pierde y no se consolida el aprendizaje.
- 20% de lo que oímos: Las palabras pueden olvidarse con facilidad si no van acompañadas de emoción o experiencia, o sea, dotar de sentido a lo que decimos.
- 30% de lo que vemos: Los estímulos visuales se olvidan si no hay un refuerzo adicional que los vincule con experiencias y acciones concretas.
- 50% de lo que vemos y oímos: Vivimos en la era de la imagen: carteles en las calles, luces de colores, fotos. La combinación de estímulos visuales y auditivos potencia la capacidad de aprendizaje. Cuando el docente complementa lo que dice con imágenes, facilita a los estudiantes la asimilación y la construcción del nuevo conocimiento.
- 70% de lo que discutimos con otros: Conversar, intercambiar ideas y reflexionar sobre lo que leemos, escuchamos o vemos es una excelente manera de afianzar lo aprendido. Por lo tanto, el trabajo colaborativo es fundamental.
- 80% de lo que hacemos: Cada experiencia vivida, cada sensación corporal, queda registrada en nuestra memoria, creando aprendizajes significativos y duraderos. El aprendizaje es acción.
- 95% de lo que enseñamos a otros: Cuando compartimos lo que aprendemos, nuestro cerebro organiza la información para explicarla de forma clara y coherente. Este proceso de organización mental es fundamental para retener el conocimiento de manera efectiva.
Si analizamos esta pirámide, nos daremos cuenta de la importancia que adquieren los: ¿por qué? y ¿para qué? en el proceso de aprendizaje.
El contenido contextualizado permite el debate, la curiosidad, la reflexión y la comprensión profunda, generando pensamiento crítico y rizomático, al relacionar la información con situaciones reales o con experiencias personales que facilitan la conexión y el entendimiento de los conceptos, estimulando la participación activa y el intercambio de ideas de toda la clase.
Permitirles a los estudiantes, compartir lo que aprenden, relacionarlo con su entorno y experiencias, no solo les facilita comunicar sus conocimientos, sino que también fortalecer su propia comprensión, memoria y aprendizajes.