Este es, sin dudas, un mes especial para el hombre, porque su entorno más íntimo habrá de reconocerle la maravillosa condición de ser padre, sinónimo de guía. El mismo que contribuye con su condición natural a la procreación, generando junto a la mujer una nueva vida, cumpliendo la ley divina de “reproducir y engrandecer la raza humana”.
Normalmente las madres gozan de un afecto especial, porque existe con sus descendientes un vínculo directo, generado en la relación intrauterina durante nueve meses. Por el contrario, el hombre deberá con dedicación, buenos ejemplos y amor, hacer que el círculo afectivo con los hijos lo contengan. Ahora bien, nosotros debemos preguntarnos en la intimidad de nuestra conciencia ¿cumplimos medianamente con nuestro padre? No se trata de expresar con emoción en una fecha determinada ¡Feliz día papá! y colmarlo en ese momento de cariño, besos y regalos, es necesario demostrarlo a cada instante, haciendo que se sienta orgulloso de nuestra existencia.
Naturalmente él nos habrá de preceder en el viaje final, allí sentiremos toda la angustia por lo que no compartimos, por lo que no comprendimos y no le perdonamos, entonces pretenderemos abrazarlo, besarlo, amarlo, pero ya no será posible físicamente. Por eso en este mes quiero expresar con todo el fervor de mi corazón ¡FELIZ DÍA PADRES! así en la tierra como en el cielo.
Como un merecido homenaje y aprovechando esta prestigiosa publicación, les dejo esta reflexión que escribí para mi padre que hoy duerme el sueño eterno y me dejó una enciclopedia de valores como la honestidad, la paz, la amistad y el amor. Lo hago extensivo a todos los padres del mundo.
Carta al infinito
Envío esta carta al padre universal para que llegue hasta ti, que fuiste padre en la tierra y lo serás en la vida eterna. A ti que acunaste mis primeros sueños, que secaste mis primeras lágrimas, que me enseñaste los primeros pasos aprendiendo a caminar, que una penitencia salvadora supiste arriesgar, que volviste tus noches en largos insomnios cuando comencé a volar, a ti que firmabas mis notas escolares desconfiando que fueran real, que sufriste con angustia mis enfermedades, que te sonreías con picardía cómplice, cuando el sexo opuesto me coqueteaba y no podía disimular que también me gustaba. Hoy cuando la vida me ha puesto en tu lugar y veo mis hijos recorriendo el mismo camino, pienso que no te he amado lo suficiente, que no he compartido contigo el tiempo necesario, que mis lágrimas serán tan eternas como el dolor de no tenerte. ¡Feliz día papá! Hasta que el destino nos reencuentre, te mando una paloma mensajera con un beso, un corazón de estrellas dibujando un te quiero y todo mi amor hecho recuerdos.