Muchas veces nos sentimos atrapadas en las miradas ajenas, en el modo de interpretar que tienen los otros acerca de nuestra imagen o de lo que reflejamos con ella. Reconocernos a través de otras miradas, es dejar de lado nuestra esencia y regalarle a los demás la posibilidad de hacernos invisibles para muchos.
¿Qué ves cuando te ves? ¿Te has detenido a pensarlo alguna vez?
Somos mucho más que lo que refleja un espejo.
Mirarnos verdaderamente, implica ver más allá del envase y conectar con nuestro interior más profundo, aquel que puede ser un tanto alborotado y hasta complejo.
Cuando nos permitimos bucear en esas profundidades, somos capaces de encontrar la verdadera imagen que atesora nuestro ser, aquella que pocos pueden descubrir y que hasta a nosotras mismas nos cuesta identificar.
Richard Bach decía: “Mírate en un espejo y una cosa es segura: lo que vemos no es quiénes somos”.
Mirarnos con la intención de re-conocernos suele ser una tarea difícil y luego de transitarlo nos permite liberar lo que verdaderamente somos, a la vez que nos libera de los espejos ajenos.
Nuestra imagen externa es el resultado de múltiples sucesos y procesos que nos moldean a lo largo del tiempo, pero no nos definen por completo.
Es importante tener en cuenta que la forma en que nos vemos a nosotros mismos puede influir en nuestro presente y futuro.
Debemos ser conscientes de a quién le otorgamos el poder de definirnos y elegir cuidadosamente los espejos en los que nos miramos.