-¿A dónde va Don Carlos? -A tomar aire Don Alfredo. -No me diga ¿así tan pituco, perfumado y engominado. ¿No es demasiado para tomar un poco de aire? -Bueno, en realidad no me gusta salir a la calle desalineado. -Mire usted, ahora se le dio por la pulcritud, hágame un favor, regrese ya a su habitación, mañana tiene un concierto muy importante en uno de los más prestigiosos teatros del mundo, su garganta vale oro y tenemos que cuidarla. -¡Ufa! ¿Otra vez Alfredo? -Sí, y todas las veces que sea necesario ¡regrese a su habitación ahora!
Este diálogo es tan real como fueron sus protagonistas, nada menos que Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. Para los Gardelianos Le Pera no era buena persona, porque además de tener un carácter insoportable, exigente, casi paranoico respecto a su trabajo, según ellos trataba muy mal a Gardel, al que representaba, le escribió o compartió todos los temas que ilustraron sus películas y se transformaron con el tiempo en los más exitosos de la discografía Gardeliana.
Sin embargo, esto es solamente una apreciación apasionada y personal de los fanáticos del cantor, Alfredo Le Pera en realidad disciplinó a Gardel, fue parte fundamental de su exitosa trayectoria y su paso a la inmortalidad.
Alfredo Le Pera, era un periodista nacido en Sao Pablo (Brasil) el 7 de Junio de 1900, a temprana edad se destacó en los medios gráficos, siendo reconocido por su gran contracción al trabajo así como su mal carácter. En una oportunidad escribió un artículo dedicado a Gardel, que por entonces comenzaba a destacarse en grandes escenarios, tratándolo de “ese cantorcito compadre y engominado”, lo cual desató la ira de Gardel que fue a buscarlo a la redacción del diario, pero luego de una discusión que no pasó a mayores, la situación se aclaró, aunque no volvieron a verse en los próximos tres años.
En 1931 se reencontraron por casualidad en Europa, allí conversaron y Le Pera se convierte en su consejero, representante y letrista, pero fiel a su estilo le advirtió al gran cantor que no estaba para perder tiempo y que los mejores logros eran el resultado del trabajo responsable y el sacrificio sostenido. Le Pera le consiguió de inmediato un profesor de Inglés y lo mandó a vocalizar, le ordenó la vida acostumbrada a las fiestas dudosas y a las carreras de caballos, lo hizo contratar en los mejores teatros del mundo y le consiguió contratos para filmar diez películas, que lo convirtieron en actor de Hollywood. Juntos morirían en el accidente de Medellín el 24 de Junio de 1935, cuando Le Pera había firmado contrato para diez películas más.
No fue Le Pera un autoritario con la gran figura del tango argentino, al contrario, fue la persona que necesitaba Gardel para dar valor disciplinado a su talento cuidando su imagen y su voz, tal como muestra el diálogo con el que comencé este artículo. Sin Le Pera, dudo que Carlos hubiese sido el gran Gardel, el inolvidable artista que “cada día canta mejor”.