Las mujeres somos, sin dudas, el motor de cambio en muchos entornos. Nuestra naturaleza, en ocasiones asociada a sensibilidad, empatía, flexibilidad, nos permite generar mayores recursos a la hora de comunicar y transmitir confianza. Estas características son una gran ventaja en situaciones que requieren habilidades de liderazgo y resolución de problemas.
Las mujeres hemos demostrado ser capaces de generar recursos y soluciones creativas en situaciones difíciles, teniendo la capacidad para conectar con los demás y generar espacios amigables, especialmente valiosos en entornos de trabajo colaborativos.
¿Pero cuántas veces nos enfrentamos a situaciones complejas en las que nos vemos obligadas a una sobre-adaptación?
A menudo estamos obligadas a adaptarnos a situaciones difíciles, y esto puede ser agotador, generando altos índices de estrés y presión.
Se espera que las mujeres asumamos múltiples roles y responsabilidades, tanto en el hogar como en el trabajo, sin margen al error o a la queja. Dichas presiones nos suelen alejar de nuestros objetivos, postergando talentos, proyectos y anhelos, que en definitiva, termina opacando nuestra esencia.
Estas presiones suelen estar motivadas por la necesidad de pertenecer a los estándares de moda de una sociedad avasallante en la que el éxito está determinado por los objetos adquiridos, la imagen exterior y la felicidad extrema.
En este sentido, es importante tener en cuenta que lo que está de moda, muchas veces, incomoda. Sentirnos libres y auténticas es más valioso que seguir tendencias externas que no suman desarrollo personal o profesional.
Al final del día, estar en paz con nosotras y vivir de acuerdo a nuestros propios valores y deseos, independientemente de las expectativas de la sociedad, nos permitirá fluir en plenitud otorgándonos confianza y credibilidad.