Diseñadora de vocación, curiosa, polémica y apasionada que pone el alma en cada diseño. Sus prendas cobran vida en pasarela, con una silueta que la identifica y con la cual supo posicionarse y diferenciarse en un mercado altamente competitivo.
¿Qué fue lo que te impulsó a convertirte en diseñadora?
Hablar de primeros impulsos es difícil porque en realidad la moda siempre fue como un lenguaje, en una familia de pocas palabras se hablaba con otras herramientas y las que teníamos a nuestro alcance eran el taller de costura de mi abuela, donde ahí te juntabas a tomar el té, a correr las cosas y poner la bandeja con el almuerzo para contar o planear algo. Entonces no fue proponérmelo sino que surgió, primero fue como consumidora de moda y luego como creadora de moda, trabajé como productora y estilista, sin proponerme hacer una carrera de diseño, si estudié periodismo que es comunicación a través de la cual entré a la moda.
Es algo muy loco cuando vos vas cumpliendo años y avanzando en la vida te van cerrando un montón de cosas que a veces son un sin sentido y esto a la vez va cobrando un sentido. Hay mucho del azar en la vida pero también podes refutar este azar y decir que todo es consecuencia de algo.
¿En algún momento sentiste que se te imponía seguir con el oficio de tu abuela?
No, para nada. Te voy a decir que a mi madre nunca le gustó la costura heredada por mi abuela. Ella realizó una carrera terciaria donde se recibió y todo lo que mi abuela era por oficio ella lo adquiere estudiando, pero renegó toda la vida de eso. Esto era un tema entre mi abuela y yo, todo lo que me enseñaba ella para mí era fabuloso, era descubrir un mundo. A mí me pasaba que yo no me identificaba con lo que veía en los negocios, vos pensá que yo vivía en una época mucho más creativa, fue una época en la que había un lenguaje metafórico para contar lo que te pasaba que te hacia salir de la literalidad y vos estabas tan rigurosamente marcado en cuanto a la vestimenta por lo que había tantas cosas que esconder detrás del disfraz que se volvía algo muy interesante, había todo un juego misterioso, luego aparecen los videos clips y es así como todo esto de alguna forma te va influyendo a destilar imágenes. Era algo muy interesante y muy fuerte a la vez. Era una época en la que el entorno te predisponía a tener que ser diferente. “El uniforme no era una zona de confort”.
¿Por qué una marca con nombre propio?
Sinceramente porque cuando empecé lo hice desde algo muy personal, yo había dejado de trabajar en Hermês y comencé trabajando en casa, era algo muy personal. Yo era muy conocida, y con mi marido consideramos que era más fácil decir que este vestido es de Evangelina Bomparola y no decir que es de un nombre desconocido. Además la marca era una interpretación y un discurso mío, no era ni es un producto, nunca fue concebido como tal, sino seria millonaria (ríe…). A ver… que lleve mi nombre y apellido me identifica tan íntimamente conmigo misma que nunca podría hacer un producto que fuera en contra mío.
La marca es una interpretación y un discurso mío, no es un producto»
¿Cuándo iniciaste con la marca te imaginaste que serias un referente de la moda local?
La verdad no. ¿Sabes qué pasa? Que hay cosas que si vos las pretendes ya son un defecto de vanidad. Es algo que se va dando, pero igual creo que para algunos seré un referente y para otros no, quizás pueda estar dentro de un grupo de referentes de moda, yo nunca me creo esas cosas, trabajo muy enfocada en otros objetivos, no en esos.
¿Cuándo presentaste tu marca en el exterior cómo lo viviste a diferencia de nuestro país?
Afuera son más profesionales a la hora de generar un show y de tratar a un profesional como tal. Cuando me presenté en New York, que fui por intermedio de cancillería Argentina, desde el backstage hasta como está armado el orden de las cosas, vos te sentís que estas en un lugar profesional, donde el azar puede irrumpir y generar un problema pero siempre hay un plan b para que ese problema se note lo menos posible. A mí me pasó que me había delirado con un peinado imposible, nosotros estamos muy acostumbrados acá en Argentina que todos hacemos todo con nada, es el ingenio, el correr, el sacarlo adelante, es muy genial eso, entonces vos propones un boceto y ellos te dan el backstage dos horas antes del desfile y para este peinado necesitaba hacerse una cantidad de cosas que cuando yo veo a las modelos digo no vamos ni para atrás ni para adelante, pero de casualidad de esas cosas maravillosas de la vida en el público estaban Diego Impagliazzo y Sergio Lamensa, que vinieron a saludarme al back y vieron el problema que tenía, le sacaron a los peinadores el delantal con todo el kit y empezaron a trabajar y me salvaron los peinados. Afuera no saben manejar los imponderables, están tan seteados para que todo sea perfecto que ante un problema no pueden resolverlo. Pero en cuanto a organización es muy profesional y te sentís acompañado y respetado.
¿Qué es lo que sentís que te diferencia como marca?
En términos prácticos hay una propuesta de manejo de color que es bastante diferente a lo que se puede encontrar en el mercado local. A mí me gusta mucho la composición del color, juego con eso, me sale bien y lo dejo fluir, lo dejo volar, crezco, lo agrando, lo magnifico y me doy cuenta que es una buena herramienta para seguir explotándola. No me imagino una colección mía sin componer color. Cuando siento que me estoy repitiendo mucho, me salgo de eso, dejo de componerlo, pero está en mono bloques.
No me imagino una colección mía sin componer color»
¿Cuándo nace la marca cuál fue la meta que te planteaste a futuro?
Siempre me propuse objetivos cortos y alcanzables que me dieran la dinámica de ir avanzando, con orientación a una meta. Así fuimos atravesando los objetivos, mejorando el equipo de trabajo, tratando de no descuidar a nuestros clientes y de ir sumando nuevos. Crecer todo lo que fuera posible con una enorme responsabilidad y sabiendo que el crecimiento muchas veces duele y creciendo a lugares donde sabíamos que nos íbamos a quedar.
Nota: Alexandra Muraco | Fotos: Candelaria Gil
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