Si hubo en el país una decisión lamentable fue el cierre de gran parte de los ferrocarriles, medio de transporte que traído por los ingleses, se convirtió en el aporte más trascendente de la industrialización y progreso de los pueblos. Fue el 29 de agosto de 1857 cuando se inauguró el primer tramo de vías en un recorrido entre estación “Del Parque” y la localidad de Floresta en Buenos Aires.
La primera locomotora fue bautizada con el nombre de “La Porteña” y en una tarde soleada de sábado, en presencia de numeroso público, partió aquel histórico viaje que fue despedido con banderas y aplausos, acción que se repetiría de igual manera en su llegada a destino, recibida por otra gran cantidad de ciudadanos que tenían la sensación de estar asistiendo a un hecho histórico.
Aquel primer ferrocarril se lo llamó “Del Oeste” (actual “Ferrocarril Sarmiento”), fue construido con aportes de la Provincia de Buenos Aires que entonces era un estado independiente de la Confederación, quién recibió los beneficios de su progreso durante 27 años, con tarifas mucho más económicas que las empresas inglesas que administraban el resto de los ferrocarriles que se iban incorporando. Sin embargo, debido a la situación económica del país y la presión comercial de las empresas extranjeras, hizo que en 1890 fuera vendido a la empresa británica “Buenos Aires Western Railway”. La Porteña era una máquina que había sido construida para la India y empleada en Sebastopol durante la guerra de Crimea, pesaba 15.750 Kg. desarrollaba una velocidad de 25 Km/h. y permaneció en servicio activo hasta 1889, luego por otros 10 años fue utilizada para maniobras, actualmente se exhibe en el Museo Provincial del Transporte “Enrique Udaondo” de la ciudad de Luján, junto con uno de sus vagones de madera. El primer conductor fue el italiano Alfonso Covassi.
La segunda locomotora se llamó “La Argentina” que Domingo F. Sarmiento transfirió a Paraguay junto a otras cuatro locomotoras. A éstas moles de hierro se las identificaba como “La Rauch” “Libertad”, “Indio Amigo” o “Voy a Chile”, ya que por un decreto de diciembre de 1868 se disponía prolongar el ferrocarril hasta Chile, pero si bien llegó hasta la cordillera de los Andes, nunca alcanzó el país trasandino. El resto del tren se formaba con cuatro vagones de cuatro ejes, de madera bastante lujosa y transportaba hasta 30 pasajeros cada uno, alumbrados con faroles de aceite. Los vagones de carga eran doce y podían transportar hasta cinco toneladas cada uno.
El viaje experimental no tuvo inconvenientes a la ida, pero al regreso el maquinista imprimió más velocidad que lo permitido por la construcción de las vías y descarriló destruyendo 80 metros de las mismas. Efectuados los trabajos de reparación, finalmente el 27 de agosto de aquel histórico 1857, la formación encabezada por “La Porteña” recorría un trayecto inaugural de 10 km. marcando el comienzo de una actividad que alcanzó un extraordinario y rápido desarrollo, convirtiéndose en el principal motor del progreso argentino hasta mediado del siglo XX.
En la década de 1990 decisiones equivocadas, la desidia, la falta de inversiones y los intereses políticos-gremiales, sepultaron a los ferrocarriles en un 80%, pero nos queda su potencial recuerdo plagado de acontecimientos y anécdotas, que forman parte de nuestra historia nacional y que los nostálgicos habrán de rememorar nuevamente este 27 de agosto.