Sus manitos aún pequeñas iban y venían del barro a la mesa, moldeando como el mejor artesano los panes del futuro ladrillo, su rostro quemado por el frío de los inviernos, disimulaban la ternura de sus ojos, que no miraban más allá de aquella mezcla de tierra y agua. Los mocos, preludio de un resfrío desaparecían en el antebrazo de su desgastada camisa. No había tiempo para la escuela, ni para los juegos a pesar de sus doce años, tenía que trabajar para ayudar a sus hermanos menores, era una obligación moral, de la vida, de las necesidades, desde las seis de la mañana hasta esconderse el sol, con sus manos en el lodo y sus ojos en los panes.
El patrón con su prominente abdomen, dientes amarillentos por la nicotina y el sudor licuado con alcohol, les prestaba una pieza precaria, sin baño, sin luz, le pagaba con míseras monedas y una comida al día a base de arroz, porotos, lentejas o garbanzos, mientras los de más edad cocinaban los panes de barro en los hornos de ladrillos. Son las víctimas del descontrol, de leyes que nunca se cumplen, de la indiferencia, de la crueldad, de la esclavitud moderna, de la infancia avasallada, son los niños de la explotación.
Parece un simple relato convertido en novelesco por la imaginación del autor, sin embargo, es la más cruda realidad del siglo XXI, en todos los países, donde aprovechan la pobreza, la promiscuidad, la desesperación y las necesidades para utilizar a los niños en el trabajo infantil, muchas veces avalados o sometidos por sus propios padres.
El 12 de junio de cada año se recuerda el “día mundial contra el trabajo infantil, con el patrocinio de la “Organización mundial del trabajo” (OIT) desde el 2002. En nuestro país fue incorporado al calendario escolar en el 2005 mediante resolución 1177/05 dictada por la “Dirección General de Cultura y Educación”. A instancias del Ministerio de Trabajo se creó la “Comisión para la prevención y erradicación del trabajo infantil” (COPRETI). La intención es abrir un debate permanente sobre la problemática que afecta a estos niños vulnerables, cuyos derechos se pregonan pero nadie hace cumplir.
Hay un día al año (12 de junio) que muy pocos conocen, que a muchos les resulta indiferente, mientras la explotación infantil se lleva anualmente miles de vidas inocentes. Tal vez por la agitación social que vivimos este artículo no les interese, yo lo escribo con lágrimas en los ojos, que son una extensión de las lágrimas de esos niños, para la reflexión ciudadana o la burla de los explotadores, mientras el trabajo infantil se agiganta, sepultando infancias, ilusiones, esperanzas, vidas humanas sin poder hacer mucho o lo que es peor, no hacer nada.