Motivarte e inspirarte para la acción con sentido será el propósito de este artículo de hoy. Si eliges leerlo paso a paso, con pausa, sin prisa, e inspirado, quizá te reconozcas en nuevas posibilidades.
Como a muchos, me pasa seguido de comprometerme con nuevos hábitos que quiero adquirir, nuevas actividades que me gustaría incorporar, y como a muchos, también me pasa que comienzo y abandono, o que a veces ni siquiera comienzo.
Comportarme así me frustra, y no hace más que invitarme a culparme o castigarme por promesas incumplidas.
La verdad que ahí podrían terminarse mis palabras de hoy y elegir el lamento, pero si me venís leyendo, sabrás que esa no es una opción. Es cierto, muchas veces vuelvo a caer en esos “hábitos no deseados, o poco efectivos”, pero también es cierto que voy aprendiendo nuevas herramientas para resolverlo.
El impulso por hacer viene por la inspiración. El sólo hecho biológico de respirar nos invita a la acción, a través de la inspiración, y a relajarnos, cuando exhalamos. Stop. Reflexioná, volvé a leer la última frase.
Ahora probemos: ¿tomaste conciencia alguna vez de tu cuerpo y emoción cuando elegís hacer? ¿Qué sentís? ¿Cómo son tus movimientos? ¿Qué sensaciones te aparecen? ¿Qué dijiste que ibas a hacer y aún no has logrado?
Si ya avanzaste en algunas respuestas, sigamos.
Ya te diste cuenta que para accionar, tenés que inspirar. Mecánicamente, y tomando aire, y también, agrego, eligiendo eso que vas a hacer desde el propósito, sentido o impacto que ello pueda generar en vos, y en otro.
Hacer desde la inspiración y hacer para inspirar, a mi juicio van de la mano. Ésa es hoy mi herramienta más útil.
Conocer para qué elijo hacer eso que quiero y no otra cosa me empodera, alivia, activa, motiva, y sobre todo, cumple con parte de mi misión, que es “inspirar para la acción”.