Hubo desde épocas muy antiguas personajes tocados por la magia de Dios para interpretar y difundir con mayor profundidad sentimental, las distintas circunstancias que rigen la vida de la gente y los elementos que la naturaleza provee, son LOS POETAS. Sin embargo, muchas veces se sienten desbordados por ese don de Dios y sucumben a la depresión y al suicidio como una forma de liberarse de ella.
Existió una época prolífera en la poesía del mundo, que así como fue exitosa dejó graves secuelas en muchos de sus representantes, tal es el caso de Alfonsina Storni, Horacio Quiroga entre otros, sin perder de vista al elegido para este artículo Don LEOPOLDO ANTONIO LUGONES, en cuyo honor y teniendo en cuenta la fecha de su nacimiento se conmemora cada año el “Día del Escritor” en nuestro país.
Hijo de Don Santiago y de Doña Custodia Arguello, nació el 13 de junio de 1874 en Villa de María del Río Seco (hoy su casa natal es museo). Al cumplir los 6 años se traslada con su familia a Santiago del Estero de donde era oriundo el padre y luego al sur en un pueblo llamado Agua de Oro, casi en el límite con la provincia de Córdoba.
Ya adolescente es enviado por sus progenitores a la ciudad de Córdoba conviviendo con su abuela Doña Rosario Bulacio, cursa el bachillerato en el prestigioso “Colegio Nacional de Monserrat”. En 1892 toda la familia se traslada a la misma ciudad, Leopoldo comienza a incursionar en el periodismo y la literatura. Aquí contrajo matrimonio con Juana Gonzales de cuya unión naciera su único hijo Leopoldo “Polo” Lugones, con quien no tendría una buena relación a lo largo de su existencia.
En 1896 se traslada a la ciudad de Buenos Aires, en 1898 Mariano de Vedia lo presenta al entonces Presidente de la nación Julio A. Roca con quien tendría una gran amistad. Entre 1906 y 1911 realizó numerosos viajes a Europa. Su carrera comienza escribiendo en “El pensamiento libre” de orientación atea y anarquista, participando en la fundación del primer centro Socialista, en esa época publicaba con el seudónimo de “Gil Paz”. En Buenos Aires se unió a un grupo de intelectuales socialistas escribiendo en el periódico “La Vanguardia” y en el “Tribuna” adicto a Julio A. Roca.
Lugones despertó por igual odios y amores no tanto por su literatura sino por sus vaivenes ideológicos, adhirió al Socialismo, al Liberalismo, al Conservadurismo y al Fascismo. Entonces conoce a Rubén Darío cuyo prestigio como poeta le permite recomendarlo e ingresa al diario “La Nación».
En 1897 publicó su primer libro “Las Montañas del Oro”. Interesado en el ocultismo y la teofísica adhirió a la “Sociedad Teosófica en la llamada “Rama de Luz”, donde dos años después sería Secretario General, entre 1898 y 1902 escribió cuatro ensayos sobre el tema. El 13 de Noviembre de 1899 adhiere a la Masonería en la “Logia libertad Rivadavia, en 1903 fue expulsado del socialismo. En 1915 asumió como Director de la Biblioteca Nacional de maestros, en 1924 recibió el premio Nacional de Literatura y en 1928 presidió la Sociedad Argentina de Escritores.
Muchas son la teorías que trataron de explicar su drástica y sorpresiva decisión, lo cierto es que en una carta póstuma escribió “Basta, no puedo continuar con la biografía de Roca. No culpen a nadie de mi determinación. Pido ser enterrado sin velatorio en un lugar secreto y sin nada que me recuerde”. El 18 de febrero de 1938 a los 63 años de edad se quitaba la vida en San Fernando una isla de Tigre en Buenos Aires por “intoxicación cianhídrica”, es decir, por haber ingerido cianuro. Muchos años después, desoyendo el pedido en su carta póstuma, sus restos fueron repatriados a Villa de María del Río Seco y descansan en el cerro del Romero, al final de la calle que lo vio nacer.