La muerte siempre es trascendente porque significa pérdida, dolor, angustia, sobre todo si se trata de un ser querido o culturalmente inolvidable, tal es el caso de la desaparición física de un grande de la música popular Argentina, me refiero a Don Carlos Gardel.
Su verdadero nombre era Charles Romuald Gardes nacido el 11 de diciembre de 1890 en Toulouse (Francia), hijo natural de Doña Bertha Gardes, muy pequeño llegó a Buenos Aires con su madre, de condiciones humildes trabajaba como lavandera, planchadora y empleada doméstica. El joven, que se criaba solo tenía una conducta bastante errática, incluso fue a parar un par de veces a un reformatorio. Pero su mágica voz lo llevó a cantar entre las mesas de los bares del famoso Abasto porteño, hasta que luego de incursionar en el folklore a dúo con José Razzano, un payador de origen uruguayo, se consagró definitivamente con la interpretación de los tangos que hacían furor en esa época y con los que él mismo y la estelar participación del periodista y poeta Alfredo Le Pera de origen brasilero, fueron componiendo para las diferentes películas filmadas en Wollywood, lo cual convirtió a Gardel en el máximo participe actoral argentino y latinoamericano, en películas filmadas en la reconocida empresa cinematográfica norteamericana.
Recorrió muchos escenarios del mundo cautivando con su maravillosa voz, su calidad interpretativa y su llamativa presencia física, ya consagrado y reconocido lo sorprendió la muerte en una de esas giras. A las 11hs. de la mañana del 24 de junio de 1935, próximo a cumplir 45 años, Gardel se reunió con su comitiva que lo iba a acompañar desde Bogotá hasta Cali, último reducto de su gira por Latinoamérica. En Colombia existían dos empresas aéreas, una de origen Alemán y otra colombiana elegida por Gardel para su viaje, el avión tuvo que realizar una parada en el aeródromo de Medellín, mientras los viajeros permanecen en el mismo edificio. La comitiva se integraba con Gardel, Le Pera, los guitarristas Riverol, Barbieri y Aguilar, el ayudante Corpas Moreno, José Plaja maestro de inglés de Gardel, Henry Swarts gerente de la Universal Film en Colombia, el empresario chileno Celedonio Palacios, el gordito Asaff y el experimentado piloto y dueño de la empresa colombiana “SACO” Ernesto Samper Mendoza.
En la carga del avión fueron agregadas las portentosas cintas de una película titulada “Payasadas de la vida” que debía exhibirse aquella noche en Cali. A las 15.05 horas, el avión de “SACO” busca la cabecera de pista para iniciar el despegue, en una calle alternativa de la otra punta esperaba el avión “Manizales” de la empresa “SCADTA” de origen Alemán. El avión donde viajaba Gardel inicia el carreteo por la pista y antes de que pudiera elevarse por completo, inexplicablemente se desvía impactando al otro avión que esperaba su turno para el despegue, el impacto fue tremendo, inmediatamente las aeronaves comenzaron a incendiarse, los ocupantes trataron de romper los vidrios para escapar del infierno. Solo pudieron sobrevivir el guitarrista José María Aguilar, José Plaja y Grant Flynt, funcionario de SACO. En total hubo 17 muertos incluidos los 7 ocupantes del otro avión.
Carlos Gardel sería identificado por su perfecta dentadura, un anillo que siempre exhibía y parte de su pasaporte semiquemado. Había muerto trágicamente el “Zorzal criollo” así llamado en el mundo de la canción de aquellos tiempos, miles de personas acongojadas lloraron su muerte y lo acompañaron en la repatriación de sus restos, había nacido el mito, era un triste 24 de junio que todos los años se recuerda con homenajes a su memoria en gran parte del mundo, sobre todo amantes del Tango Argentino.
Sus fans al escucharlo en las viejas grabaciones de sus discos y películas proclaman con toda justica que Gardel vive, porque “cada día canta mejor”.