Siempre nos falta, no sentimos que encajamos o lo del otro es mejor. Mirar hacia los costados o hacia arriba se ha vuelto un hábito cuasi permanente que en apariencia busca fortalecernos, y que en realidad sólo corroe nuestra auto confianza.
Comparar es parte de nuestra naturaleza como ser humano. Somos seres sociales, y por ello creemos que somos a través de la mirada del otro, o, lo que es más ilógico aún, creemos que somos desde lo que creemos que los otros creen de nosotros.
Tremendo palabrerío. Tremendas auto conversaciones que golpean cual sopa de grillos en nuestra mente.
Queremos ser y hacer, y ojalá parecer. Y mientras tanto, elijo ser títere de mi propia historia. Títere auto manipulado, más triste aún.
Buscamos aprobación afuera, porque es más simple que hacerlo adentro. “No tengo tiempo para reflexionar.” “No me priorizo.” “No sé cómo se hace.” “No creo en eso.”
¿Cuál es el cuento que te contás para no ser auténtica? Y si esa mirada o desafío no te interesa, ¿entonces para qué te quejas?
La excusa de la auto exigencia y la perfección incluso pasaron de moda. Eso es para quienes juegan la vida desde el banco de suplentes.
La decisión de elegir a tu oponente en este juego, es tuya. Hoy, con veces que lo logro y otras tantas que no, mi único rival soy yo misma. ¿Cuál es el tuyo?