Aprovechando el comienzo del nuevo ciclo lectivo, es interesante sugerir el estudio del acontecimiento cultural conocido como “leyenda”. Desde tiempos remotos el ser humano ha tratado de comprender los distintos fenómenos históricos desde la perspectiva científica, pero aquello que no pudo explicar quedó a merced de la imaginación y creencia popular, que fue elaborando bellas historias de ficción para describir el nacimiento de esos fenómenos.
Estas manifestaciones permiten identificar regiones, costumbres y tradiciones, cuya transmisión oral de generación en generación, nos posibilita clasificarlos como “Folklore literario”. Las leyendas, son narraciones tradicionales que recopilan sucesos y tratan de explicar el origen de elementos naturales, generalmente a través de una metamorfosis o transformación imaginaria.
Una clasificación simple de las leyendas nos permiten agruparlas de la siguiente forma: vinculadas a la creación, a los astros, a las magias y encantamientos, leyendas históricas, amorosas, religiosas y morales, animalísticas y por último, maravillosas.
Hoy no podemos asegurar la cantidad de leyendas que conforman la literatura folklórica de nuestro país, es que cada pueblo o ciudad a lo largo y ancho del territorio nacional, tienen su propia enciclopedia de leyendas, mitos y cuentos.
Transcribo a continuación y a modo de ejemplo la leyenda sobre la FLOR DEL CEIBO, que elegí entre miles por tratarse de la flor nacional.
“ANAHÍ era la india más fea de una belicosa e indomable tribu, pero su voz tenía las sonoridades más bellas. Su humilde choza estaba a orillas del inquieto Paraná, cuyas aguas, siempre rumorosas, parecían querer hablarle de misterios. Cierta vez, en una de las frecuentes incursiones que hacía su tribu, fue tomada prisionera y condenada a morir ardida en una hoguera por haber dado muerte al centinela que la vigilaba. La horrible sentencia se cumplió y cuando las llamas habían comenzado a besar su cuerpo, algo extraño se notó en él y los verdugos huyeron espantados, pues la delicada figura y el árbol al que fuera atada se agitaban como nunca habían visto cosa igual. A la mañana siguiente, al volver a la escena, vieron los indios que ni rastros quedaban de la hoguera y que un inmenso árbol se erguía en el lugar, con flores purpurinas en las desnudas ramas. Había nacido el ceibo y su flor, que encarnaban a la india y a su tribu. Alguien ha dicho que es la flor triste y solitaria de la veneración y en su forma viva palpita una oculta ternura. El alma de ANAHÍ, la india fea de la dulce voz, se anida en ella y en su delicada y enrojecida flor”.