En general, los niños de esta época, están acostumbrados a resolver todo con un “clic” o un “cambio de pantalla”, no terminan de pedir algo que lo tienen al alcance de la mano. Padres que trabajan tiempo completo y en el afán de cubrir su ausencia les facilitan todo para que no se frustren.
La idea de la eterna felicidad, es una constante en la sociedad actual y esto se traslada a la infancia, porque lo que se estima es que nadie debe frustrase.
Comencemos por definir la frustración como un sentimiento que surge cuando no logramos conseguir nuestros deseos.
Los niños con poca tolerancia a la frustración tienen dificultades para controlar las emociones. Son más impulsivos e impacientes. Están acostumbrados a satisfacer sus necesidades inmediatamente, por lo que, cuando deben enfrentarse a la espera, suelen experimentar una serie de emociones como el enojo, la tristeza, la angustia y hasta ansiedad.
Tolerar la frustración es ser capaces de afrontar esas situaciones en que no consiguen lo que quieren. Se trata de una actitud y, como tal, puede desarrollarse.
Los niños son egocéntricos y suelen pensar que el mundo gira a su alrededor, que deben tener todo al momento de pedirlo. Esto es porque no tienen desarrollado el concepto de tiempo y de la otredad y es entonces cuando hay que empezar a enseñarles a tolerar la frustración. Si los adultos siempre les dan todo aquello que piden, no aprenderán a tolerar el malestar que provoca la frustración y a hacer frente a situaciones adversas. Por lo tanto a manejar y tolerar la frustración se aprende desde pequeño, y depende en gran medida de lo que hagamos los adultos. Por eso es fundamental tener claro que la frustración es un «mal» necesario y que deben aprender a gestionarlo. Si no logran este aprendizaje, serán adolescentes y adultos que cuando no consigan algún objetivo, no lograrán superar la angustia y esto suelen llevarlos a tomar decisiones equivocadas.
Intentar complacer siempre a los niños para evitar que se sientan frustrados, no favorece su desarrollo integral como persona por lo que no serán capaces de superar las dificultades cotidianas a los que como adultos, debemos enfrentarnos en los diferentes ámbitos de la vida, desde un examen, hasta la búsqueda de un trabajo o los conflictos amorosos propios de la adolescencia.
¿Cómo podemos ayudarlos?
• Los límites claros son fundamentales, un “NO” a tiempo es necesario.
• Enseñarles a gestionar los berrinches, llevándolos a la calma, pero sin ceder ante ellos.
• Ayudarles a diferenciar entre deseos y necesidades y que no siempre es posible tener todo lo que deseamos.
• Es fundamental como adultos, dar el ejemplo y tener una actitud positiva a la hora de enfrentar situaciones difíciles.
• No darle todo hecho. Si se le facilita todo y no se les permitimos resolver conflictos por sí mismo, es difícil que pueda equivocarse y aprender de sus errores. Las situaciones problemáticas son una excelente oportunidad para que aprendan cosas nuevas y afrontar el problema por sí mismo cuando vuelva a presentarse.
• Enseñarles a ser perseverantes, si aprende a que siendo constante puede solucionar muchos de sus problemas, sabrá controlar la frustración en otras ocasiones.
En síntesis, la frustración forma parte de la vida y por lo tanto no se puede evitar. Es posible aprender a manejarla y superarla, y aumentar de esta forma la tolerancia.
Aprender a tolerar la frustración facilita enfrentarnos a los conflictos cotidianos y encontrar soluciones exitosas.