Como niños y adultos, cuántas veces hemos escuchado la frase: –“¡portate bien!” o “¿cómo te portaste hoy?”.
Los niños en la primera infancia (hasta los 5 años aprox.) no discriminan entre un comportamiento malo o bueno. Lo que suelen hacer, es obedecer las reacciones de los adultos a sus conductas, mientras experimentan y descubren el entorno. Así, comienzan a interiorizar las normas de convivencias sociales, según las experiencias y características de su entrono.
A esta edad, sus acciones responden a las necesidades de descubrir el mundo que los rodea y sus propias habilidades para explorarlo y en esta travesía, suelen trasgredir algunas normas que todavía desconocen o no logran interpretar plenamente. Para ello, los adultos a su cargo, deberían explicarles el porqué no es posible hacer eso o aquello, a la vez de mostrarles otras opciones para ayudarlos en su búsqueda constante de nuevas aventuras.
En niños más grandes, donde la norma ya está establecida y comprenden las reglas de convivencia, “portase mal” en general, tiene que ver con reclamar atención. A ningún niño le gusta que permanentemente lo estén sermoneando o castigando por su comportamiento. Cuando estas inconductas son reiteradas, debemos estar alertas a qué intentan decirnos y no logran expresarlo de otra manera.
En la sociedad actual, los adultos vivimos tan conectados a dispositivos tecnológicos que nos desconectamos muchas veces, del entorno inmediato, y es allí donde los niños reclaman atención. Si bien, la vorágine cotidiana suele llevarnos a ritmos cada vez más acelerados, es necesario, tomarnos un tiempo a diario, para compartir con nuestros niños y cambiar la pregunta inicial por: ¿Cómo estuvo tu día? ¿Cómo te sentís?
Abrir el diálogo para darles lugar a expresarse y contar lo que les gusta y disgusta es el primer paso para comenzar a modificar conductas inapropiadas que los perjudica y angustia.