La edad corre con las horas del reloj, mientras la juventud retumba dentro de nuestro cuerpo, piel y espíritu, no nos detenemos a observarnos, pero llega un tiempo en donde de pronto nos miramos al espejo y observamos la aparición de las sabias arrugas, donde la flaccidez parece acomodarse junto a la celulitis y nuestra autoestima parece que decae al vernos evolutivamente más grandes.
Y llega una gran pregunta ¿AHORA QUÉ HAGO?
En primer instancia envejecer es todo un privilegio, poder aceptarse en la edad que hoy tengas es fundamental, saber reconocer que cada año vivido te nutrió de una experiencia única e irrepetible, es un milagro, ya que gracias a cada una de esas vivencias eres la mujer que está frente a ese espejo, llena de convicciones, seguridad, marcas llenas de fortalezas y con un estilo único que te identifica.
Cuidarse y llevar una vida salugenica es lo que siempre recomiendo a toda mujer, cuidar el interior cultivarlo con disfrute y bienestar, recuerden que allí se reserva la auténtica juventud.
El verdadero miedo a envejecer radica en mirar hacia atrás y no encontrarse con proyectos realizados, sueños cumplidos, amores no vividos, incertidumbre por una etapa en donde no se quiere abandonar responsabilidades pero ya necesitan descansar.
Envejecer es un acto natural en donde culturas orientales le elevan reverencia a cada año vivido, en donde ser vieja te convierte en una especie de maestra de la vida, debes tomar el proceso como una gran academia de vida, donde ya cursaste y aprobaste casi todas las materias y eso te habilita a disfrutar esta nueva etapa y acompañar a quienes están en proceso, rindiéndote toda la gratitud que puedas, sentirte plena, expandir tu espíritu, cultivar el hábito de mirar esta nueva etapa con amor y no con rechazo y miedos, tener certezas que la vida y DIOS siempre tienen un plan perfecto a tu medida para tu deseo.
El miedo a la vejez desaparece cuando puedes conversar tranquila con vos misma, cuando te escuchas, cuando te ríes a carcajadas, cuando contemplas la naturaleza, cuando das amor y cariño, cuando bailas, cuando haces una actividad que te apasione, cuando un par de ojos aún te cautivan, cuando miras tu cuerpo frente al espejo con agradecimiento por todo lo bello que es, cuando te acercas lo máximo que puedas a la vida, allí la vejez solo es un número ya que el alma se mantiene joven siempre que alimentes tu interior con aquello que realmente te enciende.