Más allá del consenso social en determinar un día para celebrar el día de las madres, estemos de acuerdo o no, creo es una linda excusa para reflexionar en ese sentido. Ensayaré entonces algunas palabras como hija, y seguro como mamá.
Quise esta vez quitarles esa etiqueta a tantas mujeres, y acercarme a ellas, ojalá, desde la libertad y la autenticidad más pura. Nunca me había detenido a pensar en mi mamá, mis abuelas, mi suegra o mi hermana-mamá como mujeres, sin aquél cartel. Y confieso, aún tengo dudas de hacerlo. Dudas porque me dí cuenta que a algunas cosas debería o inventarlas o consultarlas. Dudas que me llevan a detenerme y preguntarme incluso por qué no me había detenido antes a hacerlo.
Y empiezo mi ensayo delirando con conocer (al menos en mi mente) a la niña que fueron. Y entonces me digo: ¿Qué les duele como mujeres? ¿Quién las abrazó cuando tuvieron frío? ¿Cómo superaron sus penas? ¿Qué hacían para divertirse? ¿Cómo se dieron cuenta que habían aprendido el sentido del amor? ¿Qué las separa como mujeres? ¿Qué las une?
Y mientras se los pregunto, estas niñas sólo sonríen. Porque la verdad, tampoco creo se hayan detenido a reflexionar mucho, insisto, sin la etiqueta de su siendo como mamá. Y estas niñas, en sus sonrisas, le hacen a mí niña interior algunas preguntas:
¿Qué sueños alcanzaste y cuáles aún son parte de tus futuras metas? ¿Qué pena te envuelve? ¿Qué alegría te sanaría? ¿Qué miedo te acecha? ¿Qué brazos te acogen?
Y las preguntas se hacen canción. Y cada una, de la mano, sin hablar, formamos un círculo. Y cada una, de la mano, sin hablar, mira al cielo y agradece su etiqueta, diciéndole a cada mujer de su vida: “Te honro, MAMÁ”.