¿Qué es vestir bien? Será un tema matemático donde hay un sutil balance entre variables que buscan equilibrio. Hay modelos de buen vestir que deben ser imitados y nuestra eficiencia determinará el grado en que el objetivo es logrado. ¿Será una cuestión de imitación?
¿Cuáles son los parámetros para decidir si estamos bien vestidos? ¿Será una cuestión de inversión? ¿A más dinero mejores vestidos?
Destacar, pasar desapercibido. Para algunos menos es más, para otros, más es más. Si hablamos de vestir bien, entraremos en un terreno donde prima la subjetividad.
A la hora de hablar del significado de esta frase sin dudas todos tendremos una opinión, para cada uno los valores que componen esta ecuación que da por resultado el bien vestir, serán variables. Pero podemos coincidir en que hay tres elementos fundamentales. Los que a mi modo de ver constituyen el secreto del buen vestir más allá de la inversión económica o el ser experto en tendencias.
Esencialmente el buen vestir empieza por el autoconocimiento. Por un lado el reconocimiento de mi figura, reconocer lo que me gusta y aceptar lo que no. Este es el fundamento para una base sólida sobre la que mi imagen se asienta. Por el otro reconocer mi estilo, esto me representa y esto no.
Entrenar el ojo para reconocer aquello que funciona para mí, no solo en el aspecto de equilibrio visual con mis formas, sino también en el estilo.
Y por último, conocer y saber adaptarse a los códigos de vestimenta que cada ocasión requiere (sin por ello pecar de aburrido o comprometer mi expresión personal).
Condimentar con creatividad, diversión, imaginación o lo que más me resuene.
En cuestiones de imagen nunca tenemos un 100% de certeza. Pero si hacemos del vestir un deleite, si la imagen que el espejo nos devuelve nos hace sentir felices, seguros, cómodos y confiados, son pocos los ajustes que tendremos que hacer a esta receta.