Comienzan las vacaciones y muchos niños ya tienen las actividades planificadas por los adultos: colonia de verano, taller de arte, taller de cocina…
Luego de un año intenso de clases, de jornada completa, actividades extra programáticas, psicopedagogos y padres muy ocupados, todavía no hay tiempo para disfrutar de la niñez y simplemente aburrirse. Los niños de este siglo no saben qué hacer cuando no hay una propuesta desde el adulto, cuando no existe un estímulo externo que los motive a ponerse en acción. De esta manera han perdido la creatividad y la iniciativa para resolver por su cuenta cualquier situación.
Es necesario que les permitamos tener tiempo de ocio, de aburrimiento, de búsqueda de actividades propuestas por las características del entorno y sus posibilidades y no esperar siempre una propuesta adulta.
Jugar con tierra, ensuciarse, pintar, disfrazarse, hacer campamentos con cajas, correr o andar en bicicleta son actividades casi olvidadas y algunos niños no las conocen.
El siglo XXI es el de la sociedad del conocimiento, en donde el desarrollo de las competencias es prioritario y no para competir, sino para saber hacer. Por lo tanto, saber hacer se aprende haciendo, equivocándonos y volviendo a intentar. Esto se logra con niños que les han permitido ser creativos y experimentar su entorno.
Esto nos lleva a seguir reflexionando sobre la posición de los adultos frente a la enseñanza y las posibilidades que les brindemos a nuestros niños de construir sus aprendizajes.
Jugar es la forma más elevada de investigación”- A. Einstein