En la actualidad, uno de los retos más importantes para los docentes, es encontrar las estrategias necesarias que potencien el aprendizaje de todos los estudiantes.
Atravesados por la tecnología y la practicidad que nos genera trabajar y estudiar con herramientas digitales, hemos dejado de lado el uso del lápiz y el papel y en muchas ocasiones, la lectura o búsqueda de información en libros de textos es casi nula.
Diversas investigaciones aseguran que tomar notas a mano favorece el aprendizaje. Con la escritura manual, el cerebro está obligado a razonar rápidamente para seleccionar los conceptos más importantes, relacionarlos, jerarquizarlos y llevarlos a un papel. Escribir a mano involucra muchos más circuitos cerebrales que hacerlo con un teclado, es crucial para aprender y recordar más.
Con la escritura manual, el cerebro recibe nuevos impulsos que involucran varios procesos como la motricidad fina, la coordinación viso-motora, facilitando sus funciones ejecutivas, necesarias para planificar, organizar, guiar, revisar y ser capaces de adaptarnos eficazmente al entorno.
Por otro lado, la escritura manual implica mecanismos relacionados con las emociones. Escribir, dibujar, seleccionar el color y la textura del papel, son excelentes instrumentos para exteriorizar emociones y crear esos “anclajes cerebrales” que permiten fijar nuevos aprendizajes. No se trata solo de hacer algunos grafismos o garabatos, al escribir en papel el pensamiento se expresa de manera más concreta, relajada y reflexiva incrementando la capacidad de desarrollar el lenguaje y la memoria.
Motivemos a los niños y adolescentes a escribir en papel, a involucrarse con la magia de conectarse con su interior y ser capaces de expresase de manera reflexiva.