Cuando me hacen esa pregunta siempre pienso en los niños. ¿Qué podría cambiar para recuperar todo aquello que nos hemos dedicado a romper?
Estoy segura que elegiría la posibilidad de generar conciencia sobre la importancia de tener una infancia basada en vínculos amorosos y respetuosos.
Independientemente del contexto o la realidad sociocultural en donde se encuentren, las relaciones basadas en el amor son las únicas que posibilitan el crecimiento sano y el desarrollo integral de una persona.
Un niño que crece en un entorno amigable, desarrolla y fortalece su autoestima, proporcionándole bienestar y sobre todo, seguridad. Factores indispensables para generar habilidades prosociales.
En la actualidad, atravesados por la inmediatez, en un mundo en permanente cambio, es casi una utopía detenernos a mirarnos, a escucharnos con atención, a ofrecer espacios en donde la palabra le gane a la tecnología. Hemos legitimado la intolerancia y la apatía justificados por la vorágine diaria.
Es momento de detener un poco la marcha y reflexionar sobre la necesidad de cuidar las nuevas generaciones que serán los futuros responsables de sostener la sociedad y para ello debemos dejarles las herramientas que les permitan sanar y recuperar la humanidad que los seres humanos hemos perdido.
Si pudiera cambiar algo en el mundo, elegiría la posibilidad de concientizar a cada uno de nosotros para cambiar el pedacito del mundo en el que nos toca vivir.