Joaquín Sabina canta en uno de sus versos: “Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia…. Hay mujeres envueltas en pieles sin cuerpo debajo…”.
Y así, hay mujeres que viven y sienten sus historias de manera única. A veces más cálidas, otras más gélidas, pero todas mujeres con potenciales maravillosos que aún no han podido descubrir para abrazar.
Cada una de nosotras tenemos sueños por cumplir, sin importar la edad ni el lugar en dónde estemos. En muchos casos, pasamos la vida sin darnos cuenta siquiera que esos sueños pueden ser una realidad, quedándose ahí, atrapados, ocultos.
¿Y cuál es la diferencia entre alcanzarlos o no? Tan simple como ponernos en acción. Esos sueños se materializan solo con acción, con impulso, con coraje, con el convencimiento de que soy mi mejor proyecto y como tal, debo trabajar en él.
No hablo de ideales inalcanzables o muy distantes de mi realidad actual, hablo de comenzar paso a paso, de a poco con firmeza y constancia, sin ponerme límites o condicionantes, simplemente dejándome llevar por la intuición y la confianza en mis potencialidades. Aunque muchas veces se cierren puertas o nos rechacen, esa es la llave mágica para seguir intentando hasta encontrar el lugar y la ocasión correcta.
Somos la manera en la que enfrentamos los retos de la vida. No permitamos que esos obstáculos nos definan, son solo el puntapié inicial para salir en búsqueda de una transformación que nos permita lograr todo lo que nos propongamos.
Las mujeres somos motor de cambio y es maravilloso ponerlo en acción en pos de nuestros proyectos, que luego serán los que inspiren a otros a generar entornos colmados de buenas acciones.
Soy mi mejor proyecto, soy lo que quiera ser.