“No puedo no hacer lo que estoy haciendo!” Esa fue mi respuesta a uno de mis mentores. Estábamos escarbando posibilidades de acción, revisando modelos de negocios, redefiniendo planes y estrategias, y ésa fue mi conclusión: no puedo -ni quiero- no hacer lo que estoy haciendo. Y la que siguió, fue la pregunta que más me marcó. Porque un buen líder, dicen por ahí, no es aquel que da buenas respuestas, sino el que hace las más interesantes preguntas: ¿PARA QUÉ HACÉS LO QUE HACÉS?
De sólo escuchar ese interrogante, confieso que mi cuerpo se arrebató y me puse en alerta. Cuatro días después y muchas experiencias y miedos de por medio, me hice cargo de esa duda. Me puse los lentes del para qué y así veía lo que me rodeaba.
¿Para qué levantarme todos los días pensando en grande? ¿Para qué soñar con un pequeño gran cambio en el espacio y contexto que me rodea? ¿Para qué vincularme con personas líderes? ¿Para qué unir posibilidades e historias entre dos mujeres? ¿Para qué dejar a mi familia y viajar buscando colaboratividad entre personas? ¿Para qué hacer, sin dejar de ser? ¿Para qué escuchar que sí se puede y contagiarlo? ¿Para qué animar a cuestionar roles, paradigmas, situaciones? ¿Para qué sembrar poder?
Y me canso. Y me levanto. Y me equivoco. Y veo nuevas posibilidades. Y sigo…
Aprendí que el PARA QUÉ te invita a diseñar el futuro que querés, le da sentido a tu accionar, y te fortalece cuando querés bajar los brazos (que ya te habrás dado cuenta si me venís leyendo, que eso para mí nunca será una opción verdad?).
Haber frenado a cuestionármelo me dio poder. Poder de acción, combustible para seguir. Hoy conozco mi misión. Porque es allí donde está la respuesta a todo, y vaya si me inspira, saber para qué vine…
Hoy elijo hacer lo que me mueve, lo que me motiva, y que no es ni más ni menos que VER PERSONAS FLORECER.
Ese es mi SIENDO de hoy…
Y vos, ¿cuándo vas a empezar a SER QUIEN SOS, y dejar de ser quién deberías?