El 9 de julio de 1816 no fue domingo ni llovía como algunos sugieren, al contrario, fue un día martes claro y de sol. Con la presidencia del Diputado sanjuanino Francisco Narciso de Laprida se reúne en Tucumán el congreso, cuyo objetivo fundamental es declarar la independencia de las Provincias unidas del sud de los reyes de España.
Fue en la calle conocida como “del Rey” hoy rebautizada calle “Congreso”, en el solar que pertenecía por entonces a Doña Francisca Bazán de Laguna, y cuyo salón principal aquel día, fue ocupado por una gran cantidad de vecinos notables que seguirían los significativos acontecimientos. La construcción era amplia, con fachada estilo barroco, aberturas terminadas en arcos rebajados, puertas impostadas entre columnas, techo de madera con paja y tejas rojas, fresca en verano, cálida en invierno, que Doña Francisca había recibido como herencia de sus padres.
La participación de esta mujer nacida en San Miguel de Tucumán en alguna fecha de 1744 es un misterio, como lo son las circunstancias y fecha de su muerte. Hija de Don Juan A. Bazán y Doña Petrona Estévez vivió siempre en esa casa, aún después de contraer matrimonio con el español Miguel de Laguna de quién enviudaría en 1806, de ese matrimonio nacieron cuatro varones y una mujer, la que sería la última heredera de la casa en cuestión. Uno de los varones fue el reconocido abogado Dr. Nicolás Laguna Bazán, doctorado en la Universidad Nacional de Córdoba y destacada actuación en los acontecimientos de Mayo de 1810, gran amigo del General Manuel Belgrano sería dos veces gobernador de su provincia.
La vivienda habría sido construida por el Alcalde Diego Bazán y Figueroa a finales del siglo XVII, por lo que se la considera la más antigua de San Miguel. Se comentaba que había sido prestada por la familia para el congreso, sin embargo, diversos documentos dan fe que desde 1812 era alquilada por el estado, allí tuvo su cuartel la oficialidad del Ejército del Norte al mando del General Belgrano, cuando planificaba la batalla de Tucumán. Posteriormente el Gobernador Aráoz instaló la aduana y los almacenes de guerra, pero misteriosamente la Señora Bazán de Laguna ignoraba esa circunstancia. Con 72 años de edad, Doña Francisca siente el deterioro de su salud, le falta el aire con el calor y le duelen los huesos con el frío, por momentos pierde su estado de lucidez y se sumerge en un mundo solo por ella concebido.
En la casa ya vive su hija Gertrudis y su yerno Pedro Antonio de Zavalía, además del Doctor Nicolás Laguna. A las dos de la tarde de aquel 9 de julio se oyen gritos, música, euforia, los congresales habían consolidado la libertad proclamando la independencia deseada, en ese momento nadie notó la ausencia de la dueña de casa, como tampoco en la misa de acción de gracia el día 10, ni en los diversos actos celebrativos.
En febrero de 1817 al retornar el Congreso a Buenos Aires, la propiedad regresa a su dueña. No se sabe que ocurrió de allí en adelante, solo que una parte de la casa tuvo diversos destinos hasta que sumamente deteriorada, durante la crisis conocida como “Anarquía del año XX” entre 1819 y 1823 vuelve a sus propietarios, en éste caso a Carmen de Zavalía Lagunas, nieta de Doña Francisca, al morir Carmen sus hijos la vendieron al Gobierno nacional que la utilizó en varias actividades. Recién en 1941 el Poder Ejecutivo la declaró “Monumento Histórico Nacional”, encontrándose totalmente en ruinas, salvo el salón de la jura que siempre se trató de conservar. En 1942 el Arquitecto Mario José Buschiazzo se encargó de la restauración.
Se cree que Doña Francisca Bazán de Laguna a poco de retornar a la casa que era su hogar en 1817 habría fallecido, aunque no existe documentación fehaciente que avale tal suposición. En definitiva, tanto el 9 de julio de 1810 como la declaración de nuestra Independencia, es una enciclopedia de misterios patrios, que la historia escondió como burla del destino.