Corría el mes de agosto de 1827, el General Juan José Viamonte en esa época Diputado en representación de la Provincia de Buenos Aires, caminaba por la Plaza Mayor (hoy de Mayo) cuando una anciana andrajosa se le acerca mendigando, al instante el General la reconoce, se trataba de María Remedios del Valle, una de las famosas jóvenes que después de las derrotas del Ejercito del Norte al mando del General Manuel Belgrano, en Vilcapugio y Ayohuma, se dedicaron a atender a los heridos en combate.
De origen afro argentino, esta mujer había sido participe activa en las invasiones inglesas y después de la Revolución de Mayo, sirvió durante toda la guerra de la independencia como auxiliar y combatiente en el Ejercito del Norte, lo que le valió el título de “Capitana” y “Madre de la Patria”.
Nacida en Buenos Aires entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, era considerada “Parda” en el sistema de castas. María Remedios auxilió durante las invasiones inglesas al grupo de milicianos llamados “Tercio de Andaluces”. El 6 de julio de 1810 se incorporó a la primera campaña auxiliadora al Alto Perú, integrando la 6º compañía de artillería acompañando a su marido y sus dos hijos (uno de ellos adoptivo) los cuales morirían en la expedición. Antes de la Batalla de Tucumán pidió permiso al General Belgrano para una nueva incorporación, pero reacio a aceptar mujeres entre sus tropas, la rechazó. Después del extraordinario triunfo del ejército patriota, se presentó repentinamente en el frente para atender a los heridos, por lo que Belgrano la nombró “Capitana” de su ejército.
Combatió en la batalla de Ayohuma donde fue herida y tomada prisionera, entre otras torturas, fue sometida a nueve días de azotes públicos por haber ayudado a escapar de prisión a varios oficiales del ejército patriota, azotes que le causaron heridas cuyas cicatrices la acompañarían toda la vida. Una vez liberada, se incorporó a las huestes de Martin Miguel de Güemes empuñando las armas y curando a los heridos.
Poco después regresaría a Buenos Aires con 60 años de edad, vivía en un “rancho” muy humilde en la zona de las quintas, en la más extrema pobreza, sin reconocimiento de ningún tipo, vendía tortillas y pan casero o mendigaba en la Plaza Mayor para subsistir, el 23 de octubre de 1826 inició los trámites para reclamar el pago de $600 de la época en reconocimiento a los servicios prestados, lo cual le fue denegado. Así fue encontrada por el General Viamonte, quién en su calidad de Diputado y sumamente indignado presentó el caso ante el congreso, el cual tras arduo debate decidió otorgarle el grado de “Capitana de Infantería” asignándole $30 mensuales, una suma insignificante para quien prestó tantos servicios y perdió toda su familia en defensa de la Patria, si tenemos en cuenta que una lavandera cobraba $20 mensuales.
El 21 de noviembre de 1829 fue ascendida a Sargento Mayor del Ejército y el 16 de abril de 1935 al asumir su segundo mandato Don Juan Manuel de Rosas le aumentó el sueldo un 600%. Su último cobro registrado el 28 de octubre de 1847 aparece en su haber la suma de $216. Un documento del 8 de noviembre de 1847 consigna que El Sargento Mayor de Infantería Doña María Remedios (del Valle) Rosas, apellido adoptado en homenaje al gobernante que la sacó de la pobreza había fallecido.
Aquella reconocida “Niña de Ayohuma” se convirtió así en otra mujer que prestó valiosos servicios a la Patria y debió mendigar para sobrevivir, hasta que la historia la convirtió en leyenda para que no se la olvide.